EL GRANO DE TRIGO

planta_saliendo_de_una_semilla-wideJuan 12:24-25 De cierto, de cierto les digo que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, se queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; pero el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para vida eterna.

Ilustración de este triunfo es la comparación parabólica con el grano de trigo. Si éste no “cae” en tierra y “muere,” no fructifica; queda él solo; pero, si “muere,” es cuando fructifica y “da mucho fruto.” No es una consideración científica del grano que muere, pues si esto sucediera, no surgiría la espiga. Es una apreciación popular, usual. Posiblemente un refrán o casi calcado en él. Lo que Cristo enseña con un símil es la riqueza del fruto universal de su muerte.

En la asistencia a las ordenanzas sagradas, el gran deseo de nuestra alma debe ser ver a Jesús. El llamamiento de los gentiles magnificó el Redentor. Un grano de trigo no produce ningún aumento a menos que se echa en el suelo. Así, Cristo podría haber poseído su gloria celestial solo, sin llegar a ser hombre. O, después de que había tomado la naturaleza del hombre, podría haber entrado en el cielo solo, por su propia justicia perfecta, sin el sufrimiento o la muerte; pero luego el pecador de la raza humana no podría haber sido salvado. La salvación de las almas hasta entonces, y de ahora en adelante hasta el final de los tiempos, se debe a la muerte de este grano de trigo. Busquemos si Cristo está en nosotros, la esperanza de gloria; imploremos a él para hacernos indiferentes a las preocupaciones triviales de la vida, para que podamos servir al Señor Jesús con una mente dispuesta, y seguir su ejemplo santo.

  1. ¿Quién es El grano de trigo que vino a la “tierra”?
  2. ¿Qué hubiese sucedido si “ese grano de trigo que vino a la tierra” no hubiese muerto?
  3. ¿Qué ocurrió después de su muerte?
  4. ¿Qué frutos ha llevado?

Si bien es cierto que seguidamente a la parábola del grano de trigo Jesús dice:

El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga; y donde yo estoy, allí también estará mi servidor; si alguno me sirve, el Padre lo honrará” (Juan 12:25-26).

Dichas palabras no tendrían sentido si Jesús no moría por nosotros. En otras palabras, lo que la Biblia nos está diciendo concretamente en estos versículos es que Jesús es el trigo que vino a la tierra a morir por nosotros para llevar frutos sobre sí mismo (salvación a la humanidad). Bajo esta realidad, todo aquel que ame su propia vida (es decir que la estima por encima de Jesús), la perderá. Mientras que aquel que aborrezca su vida “en este mundo”, la conservará para vida eterna.

El que quiere vivir según está el mundo y continuar gozando de las cosas temporales que la vida terrenal ofrece, éste la perderá, porque no la conduce a los términos expresados por el Señor en la bienaventuranza. El que menosprecia las cosas terrenas y temporales, prefiriendo la verdad, la vida recta, el trabajo solidario por sus semejantes, la incasable tarea por los derechos del hombre entregados por Dios, la búsqueda de la paz, la vida según los evangelios, aún exponiéndose a la muerte, en otras palabras pierde su alma por las enseñanzas de Cristo, más bien la salvará.
Es posible guardar el grano en un lugar seco por miles de años, pero si se guarda así es inútil porque no produce fruto. Al someterse a la muerte Cristo era como el grano de trigo que cae en la tierra para rendirse a la muerte. Pero si muere, lleva mucho fruto. Si el grano se rinde a la muerte, en lugar de ser un grano será cien granos. La horade Jesús había llegado y con esta figura explica por qué su muerte era necesaria. En la naturaleza la muerte de la simiente es necesaria para la producción del fruto, y de acuerdo con este principio, Jesús estaba dispuesto a morir, porque sin su muerte no habría cosecha espiritual (la salvación de almas perdidas).

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De la misma manera, sus discípulos deben estar dispuestos a morir para llevar mucho fruto por Cristo. Algunos piensan que los hermanos (mayormente evangelistas) no se cuidan cuando son muy activos, viajando, predicando y enseñando día y noche para salvar almas, para edificar las iglesias y adelantar la obra; piensan que muy pronto se van a acabar, pero no estamos en este mundo simplemente para cuidarnos. A veces los de edad avanzada piensan que se están cuidando cuando en realidad se están oxidando. «Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas» (II Corintios 12:15).

El que ama su vida, la perderá. El egoísmo del hombre lo destruye. Jesús no amó su propia vida, sino que la perdió para salvarnos. Estaba dispuesto a dejar caer el grano de trigo en la tierra para que muriera. El que ama su vida es como aquel que no deja caer el grano de trigo en la tierra. Este vive para su propio gusto y para llevar a cabo su propósito personal, gozar de placeres o cosas materiales; agradar a la familia y los amigos). El que ama su vida dice que vivimos una sola vez en este mundo y, por eso, hay que aprovecharla al máximo, pero esta clase de vida es estéril. No vale nada porque no sirve para nada.

Y el que aborrece su vida en este mundo, («todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio») para vida eterna la guardará.  Aborrecer su vida quiere decir someter la voluntad propia a la voluntad del Señor. El que aborrece su vida en este mundo no busca agradarse a sí mismo, sino agradar al Señor. «Niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame» (Mateo 16:24).

Gálatas 2:20 «Pero con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí».

Estoy crucificado con Cristo., ni vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí.” Ello supone, si es que esas frases habían de resultar inteligibles para los gálatas, que hemos de ver en ellas las líneas maestras de una enseñanza anterior, que probablemente era corriente en la predicación del Apóstol.

Es muy admirable esta bella afirmación de Pablo, pues en ella está revelando hasta que grado ha sido su entrega la Señor. El yo ha muerto, su egocentrismo, sus propias aspiraciones, sus vanos deseos. Ahora es Cristo quien ocupa esos espacios. Estas gloriosas verdades son las que mas deben confrontar nuestra vida, pues cual navaja afilada en extremo, corta de un solo tajo ese orgullo personal y tantos delirios de grandeza que todavía ostentamos los hombres.

Su afirmación fundamental es que el cristiano “ha muerto a la Ley”, es decir, ha quedado desligado de sus dominios, rompiendo con ella toda relación, como la rompen los muertos respecto de las funciones vitales, que es de donde se toma la metáfora. Y ¿cuándo ha muerto el cristiano a la Ley? La respuesta la da San Pablo en ese mismo “estoy crucificado con Cristo”; es decir, el cristiano muere a la Ley al ser incorporado místicamente a la muerte de Cristo mediante el bautismo, formando un todo con Cristo muerto.

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Esa muerte, sin embargo, no es final de carrera, como si hubiéramos de quedar ahí, sino que es punto de partida hacia la resurrección con Cristo, dejando muerto el hombre viejo y comenzando a “vivir para Dios” o, dicho de otro modo, a “no vivir ya nosotros, sino Cristo en nosotros”. De esta nueva “vida” a la que nace el cristiano por su inserción a Cristo en el bautismo, habla con mucha frecuencia San Pablo en sus cartas. La expresión “no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” es una de las mas bellas declaraciones de la Biblia.

Claro es que eso no quiere decir que en el cristiano desaparezca su personalidad física; también el cristiano, como luego , aclara el Apóstol, habrá de seguir “viviendo en carne,” es decir, con esa vida física que es común a todos los mortales, pero será una vida espiritualizada por la fe, nuevo principio sobrenatural y vital resultante de nuestra incorporación a Cristo.

Isaías 53:10-11-12 Pero al Señor le pareció bien quebrantarlo y hacerlo padecer. Cuando se haya presentado a sí mismo como ofrenda para la expiación de pecado, verá a su descendencia, tendrá una larga vida, y por medio de él se verá prosperada la voluntad del Señor. Verá el fruto de su propia aflicción, y se dará por satisfecho. Mi siervo justo justificará a muchos por medio de su conocimiento, y él mismo llevará las iniquidades de ellos. Por eso yo le daré parte con los grandes, y él repartirá despojos con los fuertes. Porque él derramará su vida hasta la muerte y será contado entre los pecadores; llevará sobre sí mismo el pecado de muchos, y orará en favor de los

El sentido del verso 11 es sumamente discutido, pues depende de la traducción que se adopte. En el supuesto de que nuestra traducción sea la verdadera, el sentido será que, gracias a las tribulaciones sufridas, el Siervo vera el fruto de ellas, es decir, las muchedumbres (verso 12), que serán el botín de su pasión, conquistadas para Dios, y se saciará de su conocimiento, sentirá una profunda satisfacción al conocer el fruto de sus humillaciones y sufrimientos.

Porque el Justo, mi Siervo, justificará a muchos (v.11), reconciliándolos con Dios por haber cargado con las iniquidades de ellos. Los sufrimientos del Siervo han aplacado la ira divina, y su fruto será un ejército innumerable de rescatados: por eso yo le daré por parte suya muchedumbres. Su botín será tan grande que dividirá la presa con los poderosos; expresión proverbial para indicar una gran victoria. Y todo esto después de haber sido entregado a la muerte, figurando como malhechor, para expiar por los pecadores. San Pablo nos dirá que Cristo se hizo “pecado” para expiar por nuestros pecados .

 

Acerca de nuevoamanecerglobal.

Desde Nuevo Amanecer Global compartimos enseñanzas y reflexiones para la edificación del creyente Cristiano, la mayoría de ellas de autoría del Pastor Gabriel Álvarez, quien dedico su vida a dictar conferencias en temas de familia, vida cristiana, liderazgo y teología en general.
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